Jamás Leído. Día 5. Performance Bienal.


Dijo Dios: "Bullan las aguas de bichos vivientes y revoleteen aves sobre la tierra contra la haz del firmamento  celeste." Y así fue. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres vivientes que bullen serpeando en las aguas según su especie, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que estaba bien. Los bendijo Dios diciendo: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad las aguas de los mares; y multiplíquense las aves en la tierra." Y atardeció y amaneció el día quinto.

Día 5.

De nuevo amaneció con ese extraño ambiente navideño. Poco a poco me acercaba al final y tenía ya miedo de ese final. Cada muerte, cada nacimiento me daban miedo, apenas podía ver la mañana temblar sin temblar yo con ella. Y es que uno hace de su rutina todo y se encariña con las cosas y extraña luego cada una de esas cosas, aunque me digan cursi, y todos se crean mejores por no ser cursis. En mí el hombre violador convive con el que lleva flores. Y recuerdo cada escenario, a pesar de que seguro son bastantes pocos a comparación de los de mis coetáneos, y siempre que vuelvo a un lugar tomo fotos de ese lugar y me gusta mortificarme pensando en cómo ha pasado el tiempo, siempre llevo música conmigo para intensificar el paso del tiempo y la soledad, y cuando les digo pensar que aquí estábamos con tal o con cual, y que por aquí hicimos tal cosa, ¿qué placenteramente triste, no?, y entonces se me quedan mirando.
Mi cuerpo ya está apestando y aún faltan tres días,  bueno cuatro con el error numérico, ¿cómo diablos lo voy a lograr?

Extraño los veranos en la piscina.
Es hora de empezar la última etapa del viaje:



The spider and the fly in Vailima.
by: Winner Z.




“Lo peor que le puede haber pasado al hombre es haber nacido, y de haber nacido lo mejor es morir lo más antes posible. (Sófocles a sus 90 y tantos años).”

“Título de la obra”. ¿?


En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios : "Haya luz", y hubo luz. Vio Dios  que la luz estaba bien, y separó Dios la luz de las tinieblas. Llamó Dios a la luz "día" y a las tinieblas llamó "noche". Y atardeció y amaneció el día primero.


Capítulo I
Historia de un teatrero snob.



Un cuadro: un leñador quiere partir, con su hacha, una nuez o una avellana. Todos se asustan pues tienen la idea de que antes los leñadores no se mataban tan fácilmente en sus propias casas. Pero el leñador no quiere matar a nadie solo quiere cortar una nuez o una avellana. Y el leñador levanta su hacha dorada. Todos salen a mirar, quieren saber si lo va a lograr. Y todo se congela y la cámara nos acerca a la nuez o avellana y explotamos en un orgásmico caos: vemos a Freddy Mercury que mira la avellana en un cuadro de Richard Dadd que tiene un Sueño de una noche de verano con Shakespeare y su Romeo y la Julieta de su Romeo lee a Príamo y Tisbe que leen a Tristán e Isolda, que son leídos por Onetti fumando en su cama, que es leído por Octavio Paz que, luego de escribir una reseña sobre el cuadro está junto a Borges dialogando en una catedral de México, y todo visto desde las redes de la tecnología.
Y la cámara se va alejando y queda una nuez o una avellana intacta.


: El autor de este bello cuadro mató a su padre a los 27 años, ordenado por Osiris, ¿pueden creerlo?, me aterra pensar que yo mismo acabo de cumplir 27. Ya en el manicomio se dedicó pacientemente a pintar sin descanso durante casi diez años ésta que es su obra maestra: El golpe maestro del leñador duende.
Y yo, perdiendo mi tiempo en estupideces, en banalidades.
Pero eso se acaba. ¡Se acaba! ¿me escuchan?... ¿¡Ustedes qué entienden de Arte!?, ¿¡que entiendo yo de arte!?... necesito responsabilizarme de una vez por mis actos, dejar de ser un chiquillo.
Quizá si no estuviese tan convencido de mis propias ideas y de mis propios valores, quizá podría avanzar un poco al fin…
¡Pero eso se acaba!...
Nunca más.

Debo ir en busca de mi obra maestra, no importa lo que eso me cueste.
Mira  a su alrededor.
A Marcel Proust su madre le traía el desayuno cada día luego de que él se encerrara para escribir durante toda la noche y, de paso, mientras desayunaban, recitaban versos de la tragedia Esther de Racine que su madre sabía de memoria. Proust dormía en el día y escribía por las noches. Todo por la obra. 
Cuando la mamá de Borges murió a sus noventa y nueve años, Borges ya tenía setenta y seis. Toda su vida ella fue su amanuense y su mecenas.
¿Tanto te cuesta hacer eso mamá?
¿Realmente... tanto?
Quiero decirte algo desde hace tiempo mamá: yo no elegí venir a este  mundo. Y entonces por qué quieres que trabaje como si fuese mi deber, ¿de dónde sacas eso?, ¡¿o sea que aparte de que me trajiste a este mundo sin mi consentimiento tengo que cumplir reglas que yo no sé cómo mierdas nacieron?! Acaso yo dije, antes de que decidas procrearme, oh, quiero dejar de ser nada y quiero existir y quiero ir a estudiar y luego a trabajar y  tener que sobrevivir, y preocuparme por no morir de hambre, por validarme, y tener que soportar tanta irrealidad, y pensar cada día en el fin y zas y zas?!
Inteligente jugada se te ha ocurrido mamá. Y es tan gracioso oírte decir, que te preocupa lo que va a ser de mí cuando ya no estés, que en realidad sólo te preocupas por mi futuro, que por eso quieres que de una vez trabaje... Y bueno, ¿yo qué culpa tengo de eso, mamá, por qué no lo pensaste antes de tenerme? Entonces, preocuparte es lo mínimo que podrías hacer por mí, mamá, ¿qué quieres que te diga?... de la nada decidiste que yo esté aquí y lamento decirte que eso te hace cien por ciento responsable. Bueno, 50% con mi padre. 
Era que me abortes como te aconsejó tía Candy.
Y ahora en un arrebato de furia me dices que yo no soy Proust y que yo no soy Borges, cuando no tienes ni puta idea ¡de quién es Proust, ni de quién es Borges... mamá!
Y yo lamento decirte que, bueno, que está más que claro que no los soy… pero, ¡hello!, eso tampoco es mi culpa, mamá. Así como tampoco fue culpa de Proust  y Borges haber nacido Proust y Borges ¿no?
Quizá sea como dice mi padre: Estamos jodidos.
O quizá sea el estrés del vacío.
Un intervalo de tiempo y las dudas asaltan, ¿será mi coeficiente intelectual el suficiente?
No importa.
No importa.
Dice la leyenda que Robert Louis Stevenson terminó su primera versión del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en tres días y que luego la quemó porque Fanny, su esposa, le dijo que no era lo suficientemente alegórica, entonces él, medio cabreado, botó su escrito al fuego, y cuentan que en otros tres días ya tenía la versión original lista, salvo correcciones de poca monta, para ser impresa. Esos seis días fueron de encierro absoluto, creatividad al máximo, efervescencia literaria. Me lo imagino delirante en su camita, su pluma volando mágica… y eso que Robert  tenía tuberculosis y cada nada tosía sangre y apenas podía respirar y hablar.
Pero claro, ya sé lo que están pensando… Que la diferencia entre Robert Louis Stevenson y yo… Bueno… sólo me queda decirles… ¡¿y ustedes?!... ¡¿ustedes qué, ah?!
No me importa lo que me digan, ya lo tengo decidido: Voy a encerrarme en mi habitación, en mi cama. No voy a salir de mi cama, no quiero volver al terrible mundo exterior. Sí, viviré en mi cama y no me levantare más que para ir al baño a lo esencial, ¡y sólo comeré algo si tú, madre, así lo decides!... ¡no me importa morir de hambre!… y como acto de rebeldía no me ducharé más, hasta acabar mi obra… ¿Escucharon?, ¡no me acercaré más a esa su cochina bañera burguesa con burbujas relajantes especiales!, olvídense de todo eso. Richard Dadd no tenía bañeras especiales, Edgar Allan Poe murió en el frío de Baltimore y yo no tendré más bañeras especiales. Para escribir hay que renunciar a las comodidades aún dentro de las comodidades.

Se instaura en su cama, con su cuaderno, su osito de peluche, su bolígrafo, sus libros, su pijama polar. Queda como asustado de su decisión largo tiempo. Pasados varios segundos de silencio, recién dice:

Voces lejanas, ¡oh voces profetas!, escúchenlas, hablan, nadie les cree, yo no quiero escucharlas pero hablan:
: ¡La mejor obra de Winner Zeballos!
: ¡Un éxito descarado!
: ¡Imperdible…!
: ¡Winner, ovacionado en Aviñón....! ¡Joder!... ¡mierda!... ¡un boliviano!... ¿pueden creerlo?
: Yo no.
: ¡La vas a cagar!
¡Basta! ¡Debes olvidar esas voces!
Estás sólo en tu habitación, afuera llueve, los perros ladran, tu gato quizás está a tu lado… pero estás sólo al final de cuentas, aquí, ¡aquí! en Villa Salomé, Calle Molles, puerta blanca sin número, un barrio pequeñito de La Paz,  una ciudad pequeñita del país de Bolivia, un país pequeñito del planeta tierra, un planeta pequeñito dentro de un sistema solar y etc., etc, etc... !objetividad amigo!, !objetividad es lo primero! de nada sirven esas voces absurdas. Las obras son las hijas del silencio. No lo olvides. Una prosa limpia, honesta, que manifieste valor y elegancia bajo presión... ¡no lo olvides!.
Pierde el control y se da bofetadas a sí mismo.
¡Deja de pensar en esas gafas, en esos lápices afilados, olvida los aplausos, las ovaciones, y los posibles fracasos, eso no te deja ver el mundo claramente, no te deja…! ¡Vamos, vamos, escribe, escribe! Pero necesitamos inspiración… ¡oh Dios mío, ya me dio hambre!, ¿pueden creerlo?, no llevo aquí ni una hora y ya me dio hambre y ya me duele la espalda. ¡Necesito un vaso de whisky con suma urgencia!
¡No!
Se da una bofetada más fuerte todavía.

!Calma!... calma. Aspira. Exhala. Aspira. Exhala. Así. Ahora razona un poco. Sólo tienes dos dedos y medio de whisky en tu botella de whisky etiqueta negra. Debes administrarlos bien. 
[Lejos de allí, construyendo su propia historia, una mujer que parece sacada de una novela de detectives.
Beatrice pero terrenal.
Mística.
Sagrada.
Y yo olvidado en estas extrañas tierras.
Y tú un encendedor de níquel o de cobalto.
:Sonríe, Oh Dios mío, misteriosa, Dios mío, coronada de laurel, te haría el amor, te besaría cada rincón de tu perfumado cuerpo de tu deliciosa sexualidad, oh Dios mío, pubis angelical, derramaría jugos violentos en ti, y te violaría, sí, te violaría, por qué no, por qué no, maldita sea, cuantas sensaciones, cuantos placeres, no me he olvidado del viejo Sade, claro que no, jamás olvido al viejo Sade, está aquí para mí, tengo aquí en la memoria todos sus bellos consejos, sus bellas fantasías imposibles, y te las otorgaría todas a ti mi reina, tenlo por seguro. No corras, soy tuyo y eres mía, soy tuyo y eres totalmente mía. Te amo. Amo tu hermoso calzón húmedo, tanto como amo una buena película de Tinto Brass. Un calzón rosadito, clisé del clisé, pero en ti los amo, oh bendecida, rozando ese vello, césped recién cortado, esperanza de la esperanza, promesa de la promesa, ¿por qué un solo un hombre es el bendecido que  puede bañarse en ti y en tu gloria?, ¿y los demás que somos?, ¿basura acaso?, ¿basura existencial?, ¿chatarra futurista?, ¿magos desterrados?, ¿profetas equivocados?, ¿escritores fracasados?, ¿qué somos?, ¿qué mierda somos?

Ella fuma vacía y en silencio.
Sus labios, cherry brillantes, mojados, susurran algo, un casi imperceptible:

: No... No me dejes no...
Pérfido…

Llora pero sonríe.


Ya casi nadie escucha lo siguiente. Es como un cruzar de piernas tierno y lento con un sexo excitado y febril, pero tierno, siempre tierno, un beso que es a la vez de niña y de reina...
Finalmente mi madre aceptó ser como la mamá de Borges, o la mamá de Proust, aunque a medias, pero aceptó. Su corazón es más grande y no soporta ver al hijo que procreó morir de hambre (claro que es difícil que muera de hambre en realidad), así que manda algo de comida con mi hermana.
¿Por qué estoy haciendo esto? Exhibicionismo puro.
No pudo aguantar la ansiedad y me voy a servir medio dedo de los dedos que tengo de whisky... lo voy a tomar a sorbitos...  salud, ¡oh Dios mío!, ya se hizo de noche...
¿Por qué estoy haciendo esto? Exhibicionismo puro.
No soporto escribir, todo lo siento mal. Mierda. Anoche tuve tantas pesadillas que ahora siento como si no hubiese dormido y pensamientos negativos me invaden.   Deben ser todos estos instrumentos tecnópatas de mierda que tengo instalados a mi alrededor: redes inalámbricas, ondas electromagnéticas que atraviesan mi cerebro, y lo escinden en trocitos interdigitales, listos para ser puestos a la parrilla. Carajo, me estoy asando la corteza. La nuez. Mi avellana.

Borges quedó ciego a los cincuenta. Proust murió a los 51. Pongamos que hasta sus 27 leyeron lo que yo hasta ahora no leí. Entonces a partir de ahora tengo 27 años para más o menos alcanzarlos. Para entonces tendré 54 años. Proust escribió su obra maestra en catorce años más o menos. Borges escribió a lo largo de su vida pero su obra más importante la hizo en ese tiempo digamos… Entonces pongamos que a mis 54 estaré preparado para empezar mi obra maestra. redondeemos, seamos generosos y digamos que a mis cincuenta, Dios quiera mi talento esté fuerte todavía.  Al finalizar esta obra maestra quedaré seco, oliendo a soledad. Todo ello si el hacha no me cae antes. Que así sea entonces.
No soporto escribir, todo lo siento mal. Mierda. Anoche tuve tantas pesadillas que ahora siento como si no hubiese dormido y pensamientos negativos me invaden.   Deben ser todos estos instrumentos tecnópatas de mierda que tengo instalados a mi alrededor: redes inalámbricas, ondas electromagnéticas que atraviesan mi cerebro, y lo escinden en trocitos interdigitales, listos para ser puestos a la parrilla. Carajo, me estoy quemando la corteza. La nuez. Mi avellana.

Estos días he caído en picada… sobre todo pensando tanto en ti... Fanny. Sí, ella es Fanny, o era, mi alumnita de teatro de once años. El día de la última presentación vino con un vestidito blanco, corto... pude ver sus muslos delgados, blancos, olía a juventud, a flor, a hermosura...  Allí está Alicia, y allí Diane, todas alumnas mías, bellas, me he debido masturbar por lo bajo unas cincuenta veces pensando en cada una de ellas, y basta recordarlas un poco para tener una erección... ¡qué castigo!... Fanny, Alicia, qué bellos nombres, hermosos... pero no lo sabe... mi lolita no sabe que se llama Fanny... mi Fanny no sabe que es mi Lolita... ¿o sí?, a veces creo que lo presiente, y cuando yo presiento algo siempre tengo la razón... el otro día le rocé la mano... y ella me la rozó a mí...  y puso su mano en mi hombro y me sonrío... pero luego no volvió a hablarme más...
Proust logró escribir en Busca del Tiempo Perdido con la muerte de su madre.
Y Borges, bueno, Borges al menos lloró lágrimas ciegas. Ja ja.
Y quizá tenga que matarte entonces.
Para que la bendita inspiración llegue lo suficiente. Sólo tendría que asegurarme que todos tus bienes quedasen a mi nombre para tener con qué sobrevivir el tiempo que tarde en escribir mi obra.
Basta.
¡Ah, sí!, una revelación al fin.
No sirvo para una mierda.
Sí.
Amo las portadas de los libros, podría tener relaciones sexuales con éstas. Quiero quedarme aquí, leer para siempre, odio los instantes en que estoy haciendo otra cosa, me duelen, cada minuto lejos es una intertextualidad perdida, un nodo de la red que no pude conectar y como ya de por sí estamos lejos de Borges o de Proust, una hora sin leer es estar más lejos aún, infinitamente más lejos. Y al decir lejos quiero decir no lejos solo como personajes escritores sino también lejos de la lectura y comprensión concreta de sus libros, porque a qué leer a Borges si no has leído a Schoppenhauer y a todo Stevenson, y todo en realidad,  y a qué leer a Proust si no has leído las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand, y a qué leer la Divina Comedia si no has leído la Biblia, y a qué voy a leer a Derrida o a Deleuze si no he leído a Sartre y a qué Sartre si no he leído a Heidegger y a qué Heidegger si mi línea temporal no parte desde haber hecho el amor con Platón, y a qué mierdas ir al ruido de afuera si aún no he hecho el amor con Platón, y  cómo voy a saber las posiciones sexuales favoritas de Aristóteles si no he pasado por su maestro Platón, cómo voy a poder moverme al gusto de Kant o de Milton si no he sido un puto asqueroso que lo ha hecho y se ha dejado hacer de todas las formas posibles con los anteriores mencionados e incluso con muchos más, cómo voy a lograr que acabemos mojados  Proust y yo si mi libro de kamasutras culturales está sin figuritas, no podré abrir bien las piernas de mi cerebro ni el ano de mi conciencia, ¿y cómo espero hacer el amor entonces con Nietzsche, ni siquiera voy a lograr que se le pare y entonces no va a poder penetrarme, yo creo que hay que haber probado bien todos los falos desde Platón y Homero  y todas las vaginas también claro, e incluso con ellas debimos haber logrado que nos aten y nos flagelen sobretodo, que Dickinson me haya agarrado a latigazos, que Simone haya roto mi corazón y que entre ella y Sartre me hayan dejado extasiado, acabado y en la basura y hay que haberlos odiado y haber sentido también el asco de su semen en nuestros rostros, y claro, haber estado abiertos, sí, ellos sí pueden penetrarme, ¡vamos!, ¡que lo hagan!, yo los invito, pero para eso necesito prepararme, ponerme vaselina, ser un buen receptáculo, que se sientan súper cómodos y que entren en mí como en su casa, una casa por donde ya han pasado todos, abierta y experimentada, y para lograr eso, necesito tiempo, y no salir nunca, porque no es un trabajo fácil, claro que no.
Winner se acerca a la bañera.
: ¿¡Mamá, hermana!?… ¿me ayudan a bañarme?

Capítulo II

Dijo Dios: “Haya un firmamento en medio de las aguas que las esté separando unas de las otras.” Y así fue. E hizo Dios el firmamento y separó las aguas y separó las aguas que hay debajo del firmamento, de las aguas que hay encima del firmamento, y llamó Dios al firmamento “cielos”. Y atardeció y amaneció el día segundo.

Historia de un detective.

Llego a mi vieja oficina, una carta bajo mi puerta, está escrita a mano y firmada con una W dorada, la reproduzco a continuación:
: Querida Fanny, no sé por qué ayer desperté tan optimista, quizá porque terminé por enésima vez la isla del tesoro del gran Stevenson y de nuevo me embriagué soñando que conocíamos Vailima, que bailábamos a las orillas del mar, desnudos, o de blanco, sentíamos la brisa, tomábamos ron, cada día una fiesta en la playa los fines de semana subíamos a la cima del monte Vaea y dejábamos flores en la tumba de los Stevenson, llorábamos un rato leyendo sus ensayos y ya durante el ocaso descendíamos hacia la playa nuevamente, todo bajo una lluvia tropical, pero todo bien, todo refrescado, y bueno, cuántos deseos que me inflaman el corazón... y cuando cerré mi libro pensé, no sé por qué, lo tortuoso que debe ser para alguien escribir sabiendo que existen hombres como el gran Robert Louis Stevenson, sí, difícil no caer en la locura… pensé en la hermosura de disfrutarlos sin más y entonces me dije:
¡cuán bella y temible es la página en blanco!,
¡Y qué riesgo de vida o muerte escribir en ella!
Y en mi caso... ¡qué bello es un caso sin resolver!
Un caso que a la vez es una página blanca abierta a miles de posibilidades,
en las que como un Dios juego a poner orden al caos.
¿Por qué entonces esa necesidad, del oficio detectivesco de hallarle la punta del ovillo?
Y te digo todo esto porque anoche, al llegar a mi vieja oficina, encontré, tú sabes como la vida nos pone estas cosas paradoxales, una carta bajo mi puerta, sí, justamente un irrespetuoso de la página en blanco, pero a la mala, ja ja, en todo caso este hombre me inspiró ternura y piedad. Su carta estaba  escrita a mano y firmaba con una W dorada. El contenido de la susodicha carta es el siguiente:
“Estoy en un punto crítico señor detective, nada tiene sentido. Anoche soñé con calles antiguas y secretas, escondidas en la noche. Con la verdadera pesadilla que es el mundo señor detective. Y yo era una mosca y una araña me decía: "¿Quisieras entrar a mi brillante salón? Es el saloncito más hermoso que alguna vez pudiste visitar, el camino es una escalera caracolada y tengo muchas estanterías curiosas, quedarás encantada. Mi cuerpo tiembla de ansiedad con sólo recordarlo, estoy tan asustado señor detective, creo que mi mamá tenía razón, esto es ridículo, ¿qué estoy ganando con esto? Cuánto miedo señor detective.  Señor detective, le ruego, le imploro, estoy muy desquiciado, siento que me va a pasar algo, estoy en mi cama postrado, y siento como si una inmensa red se hubiese ceñido sobre mí, una red laberíntica, con minotauros y todo, con lamentos de Ariadnas y todo, señor detective, he visto catedrales mexicanas, he visto a Borges y a Octavio Paz, dándose la mano, concertando mi muerte, sí, los vi en una entrevista señor detective, una entrevista que creo que era de los años ochenta, y allí decidieron que yo debía morir en siete días y medio y ¡vi a Proust masturbándose en su baño pensando en mí! ¡¡¡¡esto no para señor detective!!!! Oigo voces en mi cabeza todo el rato que me dicen que el hacha está a punto de caer sobre mi nuez, o avellana o como quiera llamársela... apresúrese por favor, la puerta está abierta, apresúrese, mi dirección está en el remitente. PD: Por favor le ruego me traiga unas hamburguesas, hace días que no como nada.”
Al principio no le di importancia, tan adepto a mis propios procesos deductivos como suelo ser, en los que me gusta tomarme mi tiempo y hacer las cosas a mi manera, y simplemente leí la carta ilusionado con tener algunas nuevas aventuras pero para las cuales como siempre, no necesitaba salir de mi oficina e inevitablemente comencé a imaginar posibilidades hermosas como transposición de tiempos y espacios infinitos, y empecé a soñar con la literatura y terminé, sin saber, en ese momento, cómo había llegado a aquello, llorando amargamente por la Guerra de Troya en Illión, y comencé a armar mi famosa red detectivesca, y claro, entonces encontré rápidamente millones de conexiones hermosas: la entrevista entre Borges y Octavio Paz, el poema de la araña y la mosca de 1827 escrito por Mary Botham Howitt, y que fue parodiado por Lewis Carroll en su Alicia en el País de las Maravillas, en el capítulo de la falsa tortuga, y entonces comprendí el apuro de W porque yo le ayudara con mis servicios de detective pues simplemente el caso era perfecto para mí, y ante tanta hermosura y  tanta felicidad abrí un botella de whisky pensando en si sería bueno ir o no a la casa de este simpático maniático o quedarme simplemente con esa carta formando un montón más de posibilidades siniestras, bellas, armando hilos conductores, dejando migajas como pulgarcito por todo lado, y entonces con tanta fascinación me quedé estúpidamente dormido en el frío piso de mi oficina, agravando así esta tos crónica que tengo, y si no hubiese sido porque me despertaron en la mañana mis arrendadores, quizá hubiera muerto. Tenía todos mis huesos adoloridos, mi espalda entumecida, mis rodillas congeladas, ¡uf!, ¡horrible!... Bueno, la cosa es que despierto, abro la puerta a mis arrendadores y les digo que no podía pagarles nada en ese momento, que por favor me den quince días más, y ellos me dicen que me vaya al carajo con mis quince días más y que si no les daba el dinero en cinco minutos me echarían a patadas de allí, y de nada sirvieron mis súplicas y mis ruegos, iban a botarme de mi amada agencia “El Gato Negro”, y bueno.. quizá me lo merecía después de tantos fracasos y estaba yo ya resignado a mi triste suerte  cuando de la nada aparece uno de esos carteros antiguos y me entrega un sobre y me instiga a que lo habrá inmediatamente, y en el sobre habían mil bolivianos y una nueva carta, y un mechón de los cabellos de W... El cartero se retira negándose a recibir una paga por sus servicios,  y yo cancelo inmediatamente la cantidad de quinientos bolivianos como forma de adelanto a mis arrendadores, que por fin consienten en dejarme tranquilo y me dan siete días más de plazo. Por fin, sólo de nuevo en mi oficina, ya respirando tranquilo,  procedo a leer la segunda carta en la que el pobre W parecía todavía más patético si eso puede ser posible, y descubro no con poca sorpresa que esta vez la carta tiene un olor a soledad más fuerte que la anterior, si es que acaso la soledad puede tener algún olor definido. Esta segunda carta, decía lo siguiente:
"Señor detective, se lo he suplicado pero usted no me hace caso, he estado esperándolo toda la noche, colgando de un hilo, literalmente, ya no digamos hilo cibernético, arácnido, o de filigrana dorada, sólo digamos que estoy así tendido en mi cama sin poder levantarme ni para ir al baño, no puedo salir, me pasó como en esa película surrealista tan bonita de Luis Buñuel, sólo que en mi caso como no es ficción ya no es bonito. Señor detective, ¡apiádese por favor!, usted  es el único en el que puedo confiar, el espíritu de Freddy Mercury me ha susurrado su dirección y su código postal, sí señor detective, Fredy Mercury apareció flotando en el dedo y medio que queda de mi whisky,  y me dijo: “ése detective es el único que podrá salvarte de este embrollo en el que te has metido, él es el indicado, confía en mí, envíale una carta, pero dile que debe apurarse porque sino estarás muerto, ¿y tú no quieres estar muerto verdad mi champions friend?, puesto que no eres yo, Freddy Mercury que aún muerto sigo vivo, eres simplemente W, jajajaja, ok hazlo rápido”, eso hice y hoy en la mañana cuando me encontró llorando me dijo: “envíale una nueva carta y esta vez con 1000 Bs en el sobre, eso hará que venga en seguida” y eso hice, ¿por qué cómo no hacer caso a Freddy Mercury, no? Y seguro se estará usted preguntando cómo pude enviarle esta carta si supuestamente estoy postrado en mi cama y sin poder moverme y la respuesta es tan simple que estoy seguro de que usted ya la conoce... ¿ve?... usted es el único que puede ayudarme.... estoy llorando, ya no sé qué hacer... ¡ah!, cuando venga ¡no se acerque a la cama! maldita sea, estoy abandonado... todo me pasa por no hacer caso a mi mamá que me cantaba tantas veces esa bonita canción y yo la desobedecí... Pooor Wy... poor fly.... ¿ya la recordó verdad?... No olvide mi hamburguesa." Atte.: W
W tenía razón. Hace rato que yo ya había recordado la bonita canción y a estas alturas incluso me la sabía de memoria, una de sus estrofas dice así (la traducción es mía):
Canta:
“Estoy seguro, querida mosquita, de que debes estar cansada,
Volando allí en volutas tan altas,
¿por qué no llenas de zumbidos mi enredada cama?
Es de blanca tela fina, ¿no te incita?
- Así, tiernamente la araña tejedora, a la mosca le recita…”
Y entonces ya no lo dudé más, era una cuestión casi de amistad, fui a visitar al extraño W. En ese momento un desconocido para mí, un jamás leído.
Se va bailando la canción de la mosca y de la araña en un ritmo ardiente de jazz.
Poor fly, bye, bye.
El detective observa a lo lejos una vieja casa de puerta de metal blanca. 
Fanny, son las 10:30 am, estoy en la zona de W. Es muy raro pero aquí hay un ambiente tremendamente navideño, señoras vendiendo luces, árboles, íconos religiosos, etc., y es paradoxal tomando en cuenta de que recién estamos comenzando octubre. Ahora mismo, estoy viendo la puerta de W y estoy a punto de entrar aun a pesar de que una parte de mí se niega rotundamente a hacerlo y siento, por ingenuo que parezca, que yo también debería hacer caso a la moraleja de esa canción infantil de la mosca y de la araña. Siento que en este momento yo debería decir también:
¡Oh no no, querida araña! – como dijo, en un principio, la moscaza,
en mi sensatez aún, no lo apruebo,
pues he oído decir que quién sube por  tu caracolada casa
No tiene a Dédalo para bajar de nuevo.
Pausa.
Pero, Fanny, ¡Dios sabe que no tengo opción!, y es que todos ya sabemos cómo acaba esto, es tan obvio… ¿por qué sino Orfeo mira a Eurídice, aún consciente de la pérdida, digo yo?, pues por la misma razón que la mosquita caerá inevitablemente en las redes de la araña una y otra vez cada que volvamos a leer el poema. Pero la mosquita en realidad sólo se “hace” a la tonta, cuando en realidad ella sabe que tiene que caer para que la poesía exista, Orfeo sabe que debe mirar para que lo recordemos y derramemos lagrimitas cada que lo leamos de nuevo y que por más qué les digamos no mires Orfeo, no caigas mosquita, ellos lo harán, sabios y conocedores de que ese dolor, de alguna manera, nos gusta, y entonces Orfeo y la mosquita caen, y ya no hay vuelta atrás.  Pero ¡oh benditos!... ¡oh dulce tormento de días¡... Si no lo hubieran hecho, no serían poesía…
Aspira hondo.
Fanny.
Expira lento.
¡Debo entrar!
Se lleva una mano al corazón.
¡Debo hacer poesía!

Y entra finalmente a la casa. En la puerta hay adobes de sal y un tronco talado.

Capítulo III.
Dijo Dios: "Acumúlense las aguas de debajo de los cielos en una sola masa y aparezca suelo seco.” Y así fue. Llamó Dios al suelo seco "tierra" y al cúmulo de las aguas llamó "mares". Y vio Dios que estaba bien.
Dijo Dios: "Brote la tierra verdor: hierbas de semilla y árboles frutales que den sobre la tierra fruto con su semilla dentro, según su especie.” Y vio Dios que estaba bien. Y atardeció y amaneció el día tercero.
El encuentro.
W: ¡Detective!... ¿eres tú?
Se miran, se reconocen, estaban destinados a encontrarse y sueltan chispas al mirarse. ¿Por qué habían tardado tanto en unir sus destinos?, nunca lo sabrán.
D: Sí.
Increíblemente feliz.
W: ¡Oh!, ¡gracias a Dios, señor Detective!... Disculpe mi atrevimiento, ¿me trajo algo de comer?...
D: Aquí tienes. Atrápala.
Le lanza una hamburguesa.
W: ¡Oh! ¡Muchas gracias, Bendito sea usted!.. Mientras come ávidamente su hamburguesa. Señor Detective, siento la muerte más cerca que nunca… mi cuerpo desgastado no quiere volver a salir. Me aterra que llegue la noche y es cuando más necesito un abrazo ¿sabe?... hace tiempo que no recibo un abrazo, y disculpe que se lo pida así sin más, pero ¿cree usted que podría darme un abrazo?
D: Claro W, sólo que tengo entendido que no puedo a acercarme a tu cama.
El detective se acerca para darle un abrazo.
W: !Oh diablos, tiene usted razón¡, casi lo olvido, soy un idiota… si usted se acerca quedará atrapado… será una mosca más, como yo, que estoy hasta el cuello con las redes y apenas puedo moverme… Pero un abrazo en la distancia, no sería lo mismo, pero me haría bien...
El detective le da un abrazo en la distancia.
Gracias...
D: No tienes por qué W, y déjame decirte que mi situación no es tan diferente de la tuya, de hecho, las redes son la razón de que no haya podido venir anoche a verte, cuando recibí tu primera carta, por lo cual te ofrezco mis más sinceras disculpas, prometo compensarte… Y ahora disculpa, de nuevo, pero tendré que cortar este momento de encuentro tan emotivo… y empezar mi noble labor preguntándote en primera instancia ¿de dónde viene ese olor tan terrible e insoportable?... Espero que no seas tú querido amigo, jaja.
A W no le hace gracia la broma.
W: No lo sé, supongo que se habrán tapado las cañerías… eso, claro, sumado al olor de mi soledad… como bien usted lo ha notado. Tantos días que no salgo de cama…
D: Nada de eso, W… Ese no tiene nada que ver con el olor a la soledad...
Olfatea con más vigor.
Bueno sí... pero... mezclado con otros olores, huela como a sangre, a sepulcro,  y muerte.
W: Yo no lo siento porque mi nariz ya se acostumbró. Es lo malo de las narices, se acostumbran fácilmente a cualquier olor, sea este bueno o malo.
Olfateando, recordando seguramente los consejos de Gandalf el Gris diciéndole a Pippin: Cuando estés perdido sigue tu olfato amiguito.
D: Viene de por allá.
W: ¡Ah! El cuarto de la bañera.
Entra en un estado de trance atemporal. El siguiente texto parece no ser escuchado por el detective.
Qué miedo a perderte, perderte.
Si un día cambias de bando.
Si caigo en manos de mafiosos poderosos y de repente descubro que tú juegas con ellos, que nos has traicionado, y que secretamente me has enviado mensajes codificados, secretos, información clandestina que me oprime el pecho. Si en un juego gano poder matando a mis enemigos los cuales son cada vez más poderosos como en las historias de los narcotraficantes.
El mundo nos calla.
Un disco duro con información secreta, en el que me dices que salga rápido.
¿En qué me metí señor detective?
¿¡En qué me metí!?
¿Dónde está ella?
Mi corazón me duele.
A esta hora todos parecen inexistentes. Mi cerebro comienza a darme imágenes extrañas para la historia. Tengo miedo de seguir. De no diferenciar la realidad. Siento que estoy jugando con armas que no son para un joven como yo. Armas de grandes maestros que me están dando súper poderes y que como no puedo controlar hacen que pierda mi equilibrio mental. Las fronteras empiezan a ser difusas. Como cuando el asesino comete su primer asesinato y luego mata ¡una y otra vez sin piedad! ¡Oh, asesinos, he entrado en sus mentes por un instante!
Empiezo a mirar cosas difusas que me han perturbado en sobremanera, nos han caído inmensas olas marinas, y nos han dejado muertos flotando a la deriva en algún estanque oscuro. He sentido la más pura desolación, he entrado en ella, y he entrado un poco al menos en la atormentada mente de Edgar Allan Poe: era la desolación absoluta, un lugar horrible. Mi cabeza me arde ahora. La redacción manuscrita ha generado pesadillas horripilantes en mí y por fin me he acercado un poco a los héroes.
Ahora sí las redes comienzan a atravesarme a su gusto, en su más temible estado y creo que si mi hermana no hubiera entrado trayéndome esa taza de chocolate caliente, ese pan de canela y esas galletitas de agua, yo habría caído definitivamente en la locura, fue gracias a ella que he retornado, a medias, pero retornado al final de cuentas, a una realidad que ahora me cuesta tanto distinguir.
Ha sido una llamada de atención: W, no juegues con armas que aún no estás capacitado para manejar. Mi corazón aún late febril, las emociones están frescas, y ahora me toca a mí. Sí, señor. Yo debo ser ahora aquel valiente condecorado, aquel león, ya que en mi vida diaria he sido siempre un pusilánime, un patético cobarde. Ahora, es momento de probar mi valía, ahora. Y esto es sólo el inicio, me digo.
Y entonces me pregunto,  ¿hasta dónde podría haber llevado la desolación?, si mi alma no se hubiera tranquilizado en gran manera gracias a los pasos de mi hermana que me sacaron gentilmente del trance, si mi madre no le hubiera enviado mi taza de chocolate, con mi pan de canela y mis galletitas de agua, ¿hasta dónde podría haber llevado mi trance, hasta dónde realmente? Si ellas no existieran, la desolación podría finalmente instalarse en todo mi cerebro y generar al fin los monstruos prohibidos, gigantes asesinos, olas marinas más grandes todavía. De alguna manera Marcel vino a decirme que esos monstruos prohibidos uno los crea a lo largo de toda su vida, pero que sólo pueden tener forma completa al llegar uno mismo a la desolación absoluta, al alargarla a extremos vívidos de locura que no puedan ser interrumpidos por los amables de pasos de la hermanita, uno debe tener la certeza de que ningún ruido lo obstruirá en la creación de esos monstruos, y que una vez creados uno debe llevar a cabo la hercúlea tarea de domarlos, y entonces te acercas un poco más al Olimpo. Pero este logro no es para nada gratuito. El pago es morir en la pira incendiado, la Gorgona petrificadora, la mirada de Orfeo. La pobre mosca, al final de cuentas.
Y hay que hacerlo. Hay que hacerlo. Hay que hacerlo. Pero la vida es breve y uno no puede esperar que los ruidos y las pisadas de hermanita se callen simplemente por sí mismos.
Y entonces hay que hacerlo.
Hay que hacer poesía.
Fanny, Ross, Diane, Rebeca, Ruth, Esther.
No lloren por mí.
Me voy a hacer poesía.
W ahora comenzará a gritar desquiciadamente:
¡¡¡¡¡¡Ahhhhhh, no quiero que se corte la sensación, no quiero que se corte, calla todas las putas llamadas, todo eso me jode, calla los putos mensajes en el celular, las llamadas para ir a esta cosa a esta otra tal cosa, eso jode, no quiero que me vuelvan a quitar la sensación, por favor te lo ruego, no dejes que me quiten de nuevo esta sensación, no quiero que se corte!!!!!!!!
Corte repentino.
D: ¡¿W?! ¡¿W!?
¡Tranquilo W!
W se va recuperando poco a poco.
Mira sin entender lo que ha sucedido.
D: ¡Qué terrible ataque has tenido W!
Parecías un epiléptico, un cataléptico.
W: Vi a mi hermana trayéndome el chocolate señor detective, y luego la vi a ella, una mujer en un bar, pidiéndome que vaya por ella, luego un hombre me dijo que la tenía, es como en el juego de Mario Bros, amiguito, me dijo ¿por qué crees que ese juego vende tanto?, ¡porque es la esencia de todo!: Hay que salvar a la princesa.
Y luego invadían mi casa y me mataban pero antes de morir yo también mataba a unos cuantos.
Señor detective, ¡¿qué diablos está sucediendo conmigo?!
Necesito un abrazo.
El detective le vuelve a dar un abrazo en la distancia.
D: No tengo ni puta idea de lo que te pasa mi amigo. Pero te juro que voy a hacer todo lo posible para ayudarte a salir de esto... 
W: Pensativo. Creo que ya no hay escapatoria. Somos dos inmensas moscas pataleando en la telaraña. Siento mucho haberlo arrastrado a esto señor detective. Es tan terrible.
Mira un rato al vacío.
Pero, ¿sabe?, al menos no todo es tan asqueroso.
Mire.
Mire sus miradas. Sus miradas son un poco las pisadas de mi hermana trayéndome el chocolate caliente, el pan de canela y las galletitas de agua.
¿No lo cree usted así?...
Y creo que, aún a pesar de todo, nuestras miradas representan lo mismo para ellos.
Se queda absorto mirando, casi que llora.
El detective lo mira sin comprender nada.
Luego de una pausa pregunta finalmente:
D: ¿Para quiénes?
W: Para ellos. Deja escapar una pequeña risita. Ellos mi querido señor detective, que han estado allí en la oscuridad todo el tiempo, allí, solitarios y acompañados, esperando escuchar los pasos esperanzadores en algún momento, puedo ver los hálitos de sus respiraciones y puedo percibir sus alientos cargados de la comida de toda una vida.
Detective frunce el entrecejo, busca por todos lados, enciende un cigarrillo con su encendedor de níquel o de cobalto, sonríe un poco, hace un chascarrillo.
D: ¿Quiénes W?, ¡yo no veo a nadie!
W: ¡Oh!, si, es que es difícil verlos, pero están allí aunque sean casi sombras vistos desde aquí.
El detective se exaspera ligeramente.
D: ¡¿Dónde W, dónde W?!, te juro que yo no puedo ver nada.
W: Allí.
Señala la platea.
D: ¡Ah! Ja ja ja ja ¡Que gracioso W! Allí, ¿justo donde esta esa pared?, ja ja ja ja, ¡qué ideas tan risibles se te ocurren W! ¿Siempre eres así? ¿Te da una crisis de histeria y luego te pones bromista? Ja ja ja ja…
Se tranquiliza.
Muy a mi pesar no estoy de humor para bromas W. Espero me disculpes.
W se ha quedado estupefacto una vez más.
¿Qué ocurre W?, no de nuevo W, ¿te sientes bien W?
W está sudando con la tensión.
W: Necesito mi whisky señor detective, me quedaba un dedo y medio de mi whisky… El detective busca el whisky. ¿En qué momento desdichado llegué a esta fatal oscuridad? Me hubiera visto cuando empecé señor detective, me dije voy a ser un escritor y me encerré, era una mañana cálida…mi mamá me trajo la primera comida sonriendo  y ahora todo se ha convertido en una pesadilla dentro de otra pesadilla dentro de otra pesadilla y dentro de otra… pero yo estoy aquí viéndolo todo… señor detective… ¿usted no se irá verdad?...
Le da el whisky a W. W bebe sediento su último dedo y medio de whisky.
D: Pero por supuesto que desde luego que no W, ¿qué ideas se te ocurren, ah?, me ayudaste a pagar a esos arrendadores, gracias a ti conservo mi amada agencia “El Gato Negro”, herencia de familia... cuando ya nadie quería contratarme, tú me contrataste… y ahora estoy aquí, contigo, comprometido ética y profesionalmente.  Ahora yo soy tu detective privado, pero sobre todo tu amigo W. Y si los detectives privados no abandonamos jamás, menos abandonamos los amigos.
Se dan un último abrazo en la distancia.

Ahora sí, veamos que hay en esa apestosa bañera.
Capítulo IV
Dijo Dios: “Haya lumbreras en el firmamento celeste para separar el día de la noche, y hagan de señales para las solemnidades, para los días, y para los años, y hagan de lumbreras en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.” Y así fue. Hizo, pues, Dios las dos lumbreras mayores: la lumbrera grande para el dominio del día, y la lumbrera pequeña para el dominio de la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, para dominar en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que estaba bien. Y atardeció y amaneció el día cuarto.
En busca de la punta de ovillo.
D se pone sus guantes de látex y se acerca a la bañera, mira con cuidado, con estilo, analiza los ángulos, los olores. Un plástico cubre la bañera, lo levanta y continúa sus observaciones con la objetividad que debe hacerlo todo detective. Sin saber por qué recuerda los viajes de Marco Polo. Piensa o dice:
D: Fanny: ya casi es mediodía. Afuera está nublado y continúa lloviznando, típica atmósfera navideña y eso no deja de sorprenderme. Mientras, estoy parado en el lugar mismo de los hechos, parado al lado derecho de una bañera ensangrentada. La bañera estaba cubierta por un plástico, levanté el plástico y hallé una red. La bañera está llena de agua putrefacta  y en ella flotan los restos de cuerpos mutilados. Me animaría a decir que el arma con que fue hecho el crimen es un hacha. Debo encontrar el hacha. En cuanto a W, su comportamiento a lo largo de la mañana ha sido el de un hombre terriblemente excitado. Aparentemente no tiene idea de lo que está en su bañera. Asegura que ya hace varios días que no se baña porque ni siquiera puede salir de su cama.
Fanny: ¿En qué pesadilla me he metido?
W: ¡¿Señor detective?!, ¡¿está todo bien por allí?!
Escucha a W, pero habla para sí mismo.
D: La araña ha sabido cómo engalanarnos para que entremos a su casa caracolada.
W: ¡¿Señor detective?!, ¿está todo bien por allí?, no me haga asustar por favor que estoy muy sensible.
Detective apaga su grabadora, frunce el entrecejo, sonríe.
D: Pues W, yo no diría que todo está bien por aquí, diría todo lo contrario en realidad.
Déjamelo decírtelo con un fragmento de la canción que tan bien conoces:
Querida amiga, ¿que yo puedo hacer para demostrarte
la cálida llama hogareña
encendida en mí y eternamente por ti?,
¡Hey tú, bienvenida!,
dentro mi despensa tengo de galletas, cajas,
golosinas, embutidos, empanadas
¿No quieres venir y tomar una rebanada?
W: ¡Oh no, no, amable señor detective!, eso sí que no podrá ser, he oído de esa despensa y para nada la deseo ver.
A propósito,  nunca me dijo si logró resolver quién le llevó mi carta.
D: Claro que lo hice, ni siquiera necesité pensarlo mucho.
W: ¿Quién fue?
D: Hermes, obviamente, el Dios mensajero griego, ¿quién más iba a ser?
W: Muy bien señor detective, ¡usted es el mejor!, siempre lo supe.
Detective sonríe melancólico, se acerca lentamente a W marcado bien el sonido de sus zapatos en el suelo. Piensa en la navidad. Lo mira a los ojos. Suspira. Baja la mirada, vuelve a mirarlo a los ojos y entonces dice:
D: W, quiero que seas sincero conmigo.
W: Eso siempre señor detective.
D: Hay cuerpos descuartizados en esa bañera, tanto que hasta sus cráneos han sido descuartizados en varios pedazos y hasta he encontrado la punta de un dedo meñique flotando a la deriva… Y tú dices que no sabes nada de lo que pasó, y sin embargo, me pesa mucho tener que decirte que la lógica indica que puesto que estuviste aquí todo el tiempo tu eres quién descuartizó esos cuerpos... no quiero presionarte W, sólo quiero que seas sincero.
W queda consternado y luego de una pausa susurra:
W: Prosa honesta, limpia clara… no lo olvides.
D: ¿Qué dices?
W explota, tapa su rostro con una almohada y grita.
W: No sé cómo usted es capaz de imaginar algo así, yo quiero ser un artista no un asesino.
Solloza.
¿Pero cómo puede haber sucedido?... ¡Oh, Dios mío!
Detective mira un rato las luces de navidad a destiempo, el cuarto sucio y desordenado, se da cuenta de que su nariz ya se ha acostumbrado a los malos olores. Se pregunta por qué va a decir lo que va a decir.
D: Tranquilo W, te creo, claro que te creo. Sólo quería asegurarme, de amigo a amigo, de que no me mentirías, claro que eso es absurdo, puesto que en caso de que seas el asesino, y no estoy aseverando que lo seas, me mentirías de todas maneras... así que no me queda de otra que confiar en nuestra amistad.
Reflexiona, mira la bañera, mira las lámparas, las grandes lumbreras y las pequeñas, mira a W que parece un niño asustado sin su mamá.
Hay que encontrar un lugar por dónde comenzar, una punta de ovillo.
Tú debes saber algo W, estuviste aquí todo el tiempo.
W rebusca algo en su mente mientras va apaciguando sus sollozos.
W: Bueno, como le dije, he tenido estas varias pesadillas... y en una de ellas había una mujer que me pedía ayuda, parecía desesperada, tanto o más que yo, y me suplicaba que vaya a por ella… estaba asustada bebiendo algo rojo, estaba en un café bar solitario, ófrico… creo recordar el nombre de ese lugar… oh, sí, claro, ¿cómo olvidarlo? Era el “Blueberry Café Bar”, ¿lo conoce?... ella estaba allí, pero no pude verla muy bien… y susurraba cosas... como que cuide bien la información, que ella lo hacía por nuestro bien, que corrija bien las cosas… señor detective, yo ya no comprendo nada… no sé dónde he caído… pero quizá ella pueda ayudarnos, ¿por qué no va a visitarla?... si no me equivoco su nombre es Fanny.
El detective mira atónito, asustado, sin poder creerlo.
D: ¡¿Qué dices?!,  ¿estás seguro W?, ¡¿seguro de que su nombre era Fanny?...
W: Sí señor.
D: ¿Frances Fanny Matilda Van de Grift Osbourne Stevenson?...
W: Eso no lo sé señor detective. Pero se veía perdida en el tiempo y en el espacio si eso le ayuda en algo a usted y le da alguna esperanza.
D: La esperanza es lo último que se pierde mi amigo. Tendré que ir inmediatamente.
W: Señor detective antes de que se vaya quiero decirle lo mucho que agradezco y aprecio lo que usted está haciendo por mí… y quiero decirle que se lo voy a compensar de la mejor manera ¿sabe?, aparte de sus honorarios quiero decirle que le…
D: Luego hablamos de eso W, debo ir, ahora mismo…
Sale apresurado, esperanzado, casi en llantos invisibles. W se queda sólo…
W: ¡Usted es un gran hombre señor detective!, ¡un hombre noble como pocos, digan lo que digan los demás!, ¡vaya con Dios y cuídese mucho!
Apagón.
Capítulo V.
Dijo Dios: "Bullan las aguas de bichos vivientes y revoleteen aves sobre la tierra contra la haz del firmamento  celeste." Y así fue. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres vivientes que bullen serpeando en las aguas según su especie, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que estaba bien. Los bendijo Dios diciendo: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad las aguas de los mares; y multiplíquense las aves en la tierra." Y atardeció y amaneció el día quinto.
Blueberries hill.
En la mesa está la bella y tierna mujer que parece sacada de una novela de detectives. Sigue mirando al vacío mientras toma una copa de algún licor preparado con cherry. Parece llorar pero está sonriente y su mirada extraviada pareciera querer encontrar extraviadas olas de mar. El detective se quita el sombrero y temblando, al borde del llanto y de la emoción y hasta podríamos decir de un infarto se acerca a ella. Apenas puede articular palabras.
D: Señorita, disculpe… buenas tardes, estoy tan feliz de conocerla.
Fanny sólo lo mira.
En la radio del “Blueberry café bar” suena una canción y el detective se pone más nervioso aún. Ella es una muñeca absorta en sus pensamientos.
D: ¡Qué bella es usted!, ¡oh señorita!, he estado esperando toda mi vida para  poder conocerla. Permítame bailar con usted esta canción, sólo esta canción, sea usted amable por favor,  y no la molestaré más…
Fanny mira al detective por un momento, sonríe, le causa gracia, le hace un gesto de no con la cabeza.
D: Disculpe, no quise molestarla, claro… no se preocupe… En realidad estoy aquí por un amigo... está en graves problemas… ¿puedo sentarme un momento?... ¿sí?, por favor, sólo serán cinco minutos.
Fanny asiente y con su mano hace la señal de “sólo cinco minutos”.
D: Muchas gracias… lamentablemente y debido a la gravedad de la situación, no puedo decirle la situación exacta de este mi amigo, sólo puedo decirle que lo estoy ayudando y que la verdad es muy extraño todo esto, pero este mi amigo me dijo que usted está aquí, que la viniera a buscar, que tal vez usted podría ayudarnos y ser una punta de ovillo, que usted se le apareció en sus sueños pidiéndole ayuda… y él me habló de este precioso pero melancólico “Blueberries Café Bar” porque también lo vio en sus sueños y bueno… señorita… disculpe estoy muy nervioso… señorita… usted… ¿usted frecuenta mucho este lugar?, quiero decir… ¿frecuenta a menudo “Blueberries…?
Fanny saca un cigarrillo, el detective se lo enciende con la mano temblorosa con su encendedor de níquel o cobalto. Aspira el humo, toma algo de su copa, cruza las piernas se arregla el pelo, mira al vacío, mira al detective.
F: ¿A qué te dedicas niño?
El detective tiembla, suda, desfallece. El paroxismo absoluto.
D: La verdad, verdad, señorita...  soy un detective fracasado... señorita.
F: Bueno, detective. La verdad es que yo vivo en Blueberries.
Es mi colina favorita.
Suena una nueva canción en la radio del viejo “Blueberries Café Bar”, y el detective y Fanny bailan sentados sin bailar, meciendo imperceptiblemente sus caderas, sus cuellos, sus hombros, sus cabezas, sus labios, sus ojos, sus cerebros.
W acepta su destino.
W: Señor detective, ¿debo aceptarlo verdad?
D: ¿Qué cosa W?
W: Mi mamá y mi hermana ya no van a volver…
Mirando a la bañera.
D: No lo sé W. Esos cuerpos de la bañera son irreconocibles.
W: Dígame la verdad…
Duda largo rato antes de responer.
D: Lo dudo mucho… W
W llora desconsoladamente.
W: ¿Quién pudo ser el hijo de puta, señor detective? Solloza más, grita, se araña el rostro y jala sus cabellos. ¿Cómo puede existir alguien tan enfermo, tan malvado, tan psicópata?...
D: No lo sabemos W, simplemente coexisten con nosotros, tú y yo podríamos haber nacido psicópatas y seríamos los repudiados, supongo que si fuésemos ellos no podríamos hacer nada, porque bueno, seríamos simplemente ellos, destinados de alguna manera, es una cuestión cerebral, un circuito extra, una descarga más, una descarga menos, y nuestras vidas son tan fluctuantes, tan mudable es el destino de los hombres, ahora estamos bien y mañana quién sabe, una especie de Dios entreteje nuestras aventuras y nos destina a ser tal o cual, es difícil, pero a veces pienso que si yo hubiese nacido Hitler nada hubiera podido cambiar ese hecho, así como si hubiese nacido un violador o un asesino o un político, y es aterradora la idea, es decir, si hubiera nacido  cualquiera de ellos, hubiese sido ellos y ya, porque nadie me va a negar que existieron, y que fueron lo que fueron y aunque yo fuese un ángel de bondadoso en ésta mi personalidad en ésta mi conciencia, no podría traspasar ésta mi conciencia bondadosa a la otra conciencia malvada porque si fuese esa otra conciencia ya no sería ésta, no habría forma de que dijera  ¡oh! rayos estoy haciendo mal esta violación, este asesinato, no lo aprueba mi conciencia de detective, una voz de un ser que me llega de lejos de manera paradoxal… no… eso es imposible y entonces si yo fuera ese asesino, con esas condiciones de vida sería ese asesino no más y lo mismo en el caso de ese violador, de ese psicópata… esa Borgia, ese Mussolini, esa Agripina, ese Nerón… todos ya muertos, ya hechos inevitablemente, existidos pese al pesar, quién eres tú W para juzgar, ¿acaso puedes tener la insensatez de decir, no, si yo fuese Calígula no sería Calígula, sería el buenito de W nomás?... qué idea tan imposible y estúpida.
Sollozando ya menos, casi dormitando.
W: Para usted es fácil decirlo porque no le han matado una madre ni una hermana.
W se duerme acurrucado con su osito y el detective se queda pensativo. Mientras entreteje sus propias teorías.
D: Quizá mucho de lo que W me ha descrito sería inconcebible para muchas personas, visitas de Dioses griegos, telarañas inmensas, escritores del pasado que planean asesinarlo. Su último delirio consiste en que según él la propia Literatura lo va a asesinar si no se apresura. O el Arte mismo. Y yo trato de no escucharle de no hacer caso a las sandeces que dice, sin embargo no puedo evitar sentir una sincera emoción porque acaso lo que me diga sea cierto en alguna medida.
De todos modos he apuntado las que a mi juicio son las posibles soluciones, no son muchas, pero son las siguientes: primera, fue Clitemnestra, y los cuerpos allí son los de Casandra y Agamenón, segunda, fue W y los cuerpos allí son de alguna novia y de su amante, o de su mamá y de su hermana, tercera, W es un fantasma y su cuerpo yace en la bañera junto a su amante, y entonces una novia celosa es la asesina, o cuarta W yace allí con su novia, y la amante es la asesina, o quinta, yacemos allí yo y W y, de nuevo, la novia celosa nos ha matado, o sexta yo yazco con su novia y W nos ha matado, o séptima, efectivamente es como dice W y por culpa de sus malditas redes estamos en la bañera atravesados sin piedad  y sin miembros. Y todas, modestia aparte, son posibilidades hermosas.
W abre sus ojitos.
 W: O tal vez sean todas las posibilidades en una sola.
D: ¿Así que estabas escuchando?
W: Llegué a escuchar la última parte entre somnolencias.
D: ¿Y no estás enojado por qué te incluí en mis posibilidades?
W: No, porque creo que simplemente está divagando… Y además pienso que usted está loco… 
D: ¿Yo estoy loco y que tendría que decir yo de ti? Señor Hermes, el mensajero.
Se ríen. Pausa. Se miran. Pausa… W ahora parece hablar con la ternura de una flor excitada y radiante, susurra casi caprichosa, casi voluptuosa.
W: Además… no tengo novia…
Se miran largo rato a los ojos, nerviosos, un extraño ambiente los ronda, aureolas de rosas y, a pesar de estar lejos el uno del otro, parecen dispuestos a besarse en cualquier momento. Acercan sus brazos, los levantan, entrelazan sus dedos. Un ruido, un trueno, un algo, hace que el detective tome conciencia de lo que sucede y a pesar de que quiere dejarse llevar se aparta, un poco nervioso, ambos disimulan tal momento de incomodidad.
W: ¿Y hasta ahora no me contó cómo le fue con Fanny, señor detective?
D: Encontré una Fanny, que se río mucho con lo que le conté, y dijo que no tenía idea de lo que le hablaba.
W mira a la vez ilusionado y a la vez decepcionado.
W: Entonces tal vez mi muerte está más cerca que nunca. Bueno, hicimos lo posible, ¿no cree usted?
D: W, yo soy tu amigo, ya no me trates de usted.

W: No puedo evitarlo señor detective, cada vez me siento que soy un  niño más y más pequeño y más y más asustado, sólo que con la conciencia adúltera de ser un niño, como ese Benjamin Button.
D: Tranquilo W, esta noche volveré a ir a "Blueberries Café Bar." Esta historia aún no ha terminado.

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